No me queda otro remedio. Constato y reconozco mi más absoluto fracaso en lo que debería ser arte o técnica comunicativa. Al parecer solo consigo generar equívocos y creo que fundamentalmente se debe a una confusión personal.
He creído percibir amistad en ciertas personas y he pensado que tal cercanía motivaba un ambiente de confianza mutua, pero veo que no es así y que hay una predisposición a que, diga lo que diga y lo diga como lo diga, genera lo contrario: desconfianza y predisposición a la ofensa. 
Yo no quiero ofender a nadie. ¿Qué solución puede haber para esto? Solo se me ocurre una y tengo que ponderarla.
Hago esto, el blog, los dos, por puro entretenimiento y como un ejercicio prácticamente terapéutico a fin de ejercitar un cerebro que si bien sigue funcionando, no es ni por asomo lo eficaz que fue en el pasado. Parecerá una simpleza, pero el mero hecho de autoimponerme el publicar con frecuencia, buscar contenidos para el otro blog, documentarme y-o afrontar contenidos más personales en este, son un buen ejercicio.
Exponerme o dicho de otro modo, publicar (en realidad publicarme) es el modo de atar un compromiso. Si la lectura puede servirle a alguien, para algo, por poco que sea, bien. Y si no es así, al menos que no ofenda a nadie. 

Infinito agradecimiento a los que os acercáis a estas playas, pero permitidme que, a partir de ahora, sea mucho más comedido y cauto en las posibles respuestas a vuestros comentarios. Respuestas que concluyo que, demasiadas veces, están de más.