Creo que haríamos muy bien en aparcar por un tiempo al menos, los eufemismos. 
Me está empezando a producir urticaria el uso inadecuado que se hace de la palabra guerra, incluso por personas cultivadas y a pesar de que me superan en creces, en cientos de creces.
Guerra es algo muy serio, fundamentalmente bélico, donde se pierde cualquier noción previa de reglamento alguno. Guerra es sangre en primer plano. Pólvora. Fuego. Humo. Cuerpos desmembrados e intestinos al descubierto. Guerra es campo abonado a la injusticia. Guerra es abandono de la nobleza, por mucho que genere leyendas bélicas en las que ciertos héroes abanderan actos nobles. Guerra es salvajismo en estado puro. Sangre, sudor, lágrimas y mucho dolor. Eso es la guerra.

Llamar guerra de aranceles a ese estúpido ejercicio del y yo más, débilmente calculado, es renunciar al rico léxico de un vocabulario más que suficiente para describir la cuestión y no vestirla de disfraces innecesarios. Es un eufemismo desafortunado. Nos sugiere la falta de rigor de los medios de comunicación y la inclinación al titular fácil del periodismo mediocre. Es solo una opinión, mi opinión.

Nos basta y nos sobra con términos mucho más afinados como pueden ser: 
Pelea, enfrentamiento, conflicto, lucha, choque...