No conozco una satisfacción comparable a la de sentarse junto a una vela, desenrollar un manuscrito y entablar amistad con personas antiguas a las que nunca he visto ni conocido.

Así habla Kenko del sencillo hecho de leer los escritos de un autor: entablar amistad.
Otra de sus afirmaciones, parece trascender el tiempo y situarse en una intemporalidad continua y sin final previsible. Es cuando escribe en sus notas:

Se dice que el sentimiento poético no ha cambiado y que es el mismo que tenían los antiguos. Yo no lo creo. Las palabras, los temas y los recursos literarios serán los mismos, pero la inspiración con la que escribieron los poetas antiguos ya no existe. Eran dulces y sinceros; su forma era pura, con una emotividad abismal.

Por si fuera necesario, recordaré que estamos tratando con el pensamiento oriental del siglo XIII en Japón. Y, sin embargo... ¿Qué es lo que ha cambiado para nuestros ojos occidentales del siglo XXI?