No estoy muy seguro de a quién se lo escuché. Si fue a J.L. Arsuaga o a su colega Eudald Carbonell. La memoria ya empieza a jugarme malas pasadas. Creo recordar que era en una charla, pero dudo sobre el emisor de tan curiosa afirmación. Bueno; es igual. Lo podría buscar, pero me da pereza. Al fin y al cabo lo que importa es la afirmación y poco interés tiene, si la pronunció el madrileño o el catalán.
Vino a decir que los humanos empezaron a articular palabras en un momento dado de su evolución. Fueron perfeccionando sus gruñidos, ruidos y al parecer también silbidos.
¿Pero cuál era el mecanismo motivador de este avance? —Asómbrate— No fue otra cosa que la necesidad de hablar de terceros. Lo que hoy en día, coloquialmente, llamamos chafardear.
Los estudios de los paleoantropólogos les hacen concluir que ese era el mecanismo más probable. En un principio la comunicación era muy simple. Vivian en agrupaciones humanas de pocos individuos y sus comunicaciones eran gestuales en un gran porcentaje. Cazaban en grupo y las coordinaciones precisaban pocas indicaciones que solucionaban con silbidos y escasas vocalizaciones, más parecidas a gruñidos que a palabras. No olvidemos que esas agrupaciones, muchas veces se podrían entender como familias con varias matriarcas o patriarcas y sus proles: tíos, primos, etc.
El impulso para empezar a perfeccionar la vocalización y el lenguaje, se disparó cuando esas agrupaciones crecieron, o bien tenían otras, mucho más cerca.
Empezó a surgir la necesidad de hablar «del otro» y de «los otros» A su modo, precisaban comentar, valorar o criticar los actos de sus vecinos y compararlos con los suyos. Nace el punto de vista e incluso nace el debate o la discusión.
![]() |
blá, blá,blá |
Lo curioso es que cientos de miles de años después, el mayor porcentaje de nuestra conversación se destina a hablar del otro. Bien sea directamente apuntando al más próximo (el vecino, el amigo, etc.), o bien sea indirectamente a una figura popular, un grupo, una autoridad.
No nos engañemos, nos pasamos la vida «despotricando y chafardeando (chismorreando, si lo prefieres); desacreditando, difamando y calumniando» En mayor o menor medida, pero lo hacemos. Magnificamos o exageramos, o contrariamente, minimizamos e infravaloramos. Y sobre todo: prejuzgamos y juzgamos.
Y fíjate tú si es primordial esto del hablar del otro, que hemos sido capaces de alterar nada menos que todos nuestros órganos de fonación (cavidades glóticas: laringe, cuerdas vocales y resonadores (nasal, bucal y faríngeo), así como los órganos relacionados con la articulación necesaria (cavidades supraglóticas: paladar, lengua, dientes, labios y glotis).
¡Casi nada!
¿No lo crees? No me extraña, no somos muy conscientes de ello. Pero si quieres puedes comprobarlo.
Fíjate si es así, que al que habla de sí mismo, lo vemos con malos ojos (u oídos) y tendemos a calificarlo de «egocéntrico»
Otra cosa es —y ahí no me meto— si esta característica humana, es negativa, positiva, del todo negativa, un poco negativa o superpositiva. (Lo digo por aquello bíblico del «no levantarás falsos testimonios...»)
Otra cosa es —y ahí no me meto— si esta característica humana, es negativa, positiva, del todo negativa, un poco negativa o superpositiva. (Lo digo por aquello bíblico del «no levantarás falsos testimonios...»)
Chafardear no es ni bueno ni malo, es, supongo, nuestro estado natural. Lo de difamar y calumniar no es de mi negociado, supongo que va por barrios.
ResponderEliminarSalut
Felicitats!
EliminarEn el post diu: Otra cosa es —y ahí no me meto— si esta característica humana, es negativa, positiva, del todo negativa, un poco negativa o superpositiva.