Parece bastante claro que nada dura para siempre. Al parecer, incluso la Alianza del Tratado del Atlántico Norte y su organización (OTAN) tiene también una especie de obsolescencia programada.
Solo que esta, no fue programada desde sus inicios y responde al capricho de un estúpido engreído que, para qué nos vamos a engañar, tiene a sus espaldas decenas de millones de supremacistas que lo respaldan. Los valores democráticos occidentales se han ido al garete y lo que queda es un caos putrefacto de consecuencias incalculables. Aquellas que se derivarán de la obsolescencia que Trump y sus secuaces están programando.
Los giros de la historia son increíbles.
No creo en el más allá, pero si así fuera, ahora estaría imaginando a las cerca de 450.000 víctimas que dieron su vida en la segunda Gran Guerra para liberar a Europa del nazismo, revolviéndose en sus tumbas o desde el más allá, preguntándose como es posible que ahora el enemigo esté en su casa. Desde las playas de Normandía y desde sus cementerios, voces claman hacia unos oídos sordos; uno de los cuales fue acariciado por una bala desafortunada que no encontró su diana 10 o 15 cm. más a la derecha.
Me produce tristeza el pensar y tener que concluir que este mundo, esta sociedad, no está preparada para los aconteceres que se avecinan. Una educación deficiente, una corrupción con sobrepeso en las esferas de poder, una desigualdad social galopante, una migración cada vez más descontrolada, encuentran su caldo de cultivo como si de Penicillium se tratara en una placa de Petri. Y es doblemente grave cuando lógicamente la placa de petri está cerrada, exactamente igual que el cerrajón que provoca la desinformación y el fenómeno de las redes sociales, campeonas en la fabricación de la estupidez social.
Soy pesimista y sigo con mi mantra de que Ya hemos llegado tarde, pero no por eso dejaría de apoyar en cuanto esté en mi mano, que alguien o algo, sacuda con un latigazo la espalda de Europa y la haga reaccionar.
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