El amigo Taisen

Taisen es un «joven» que se jubiló puntualmente el día que cumplió los 65 años. No quería esperar ni un día más, porque hacía ya décadas que soñaba con dedicar la parte postrera de su vida a todo aquello que el trasiego laboral, desde los quince años y el familiar, desde los veinticuatro, le había tenido muy ocupado. Se había entregado a eso y a su familia en cuerpo y alma. Quedó viudo a los 63. De su matrimonio había nacido Akemi, que abandonó Japón después de su doctorado y actualmente trabajando en Suiza, en el CERN. 
Nuestro Okanu es amigo de Taisen y le gusta meterse con Akemi, las pocas veces que coinciden. Siempre lo tienta diciéndole que jamás le perdonará, que provoquen un agujero negro que se trague la Tierra. Cosa que ocurrirá tarde o temprano, según Okanu, que puede llegar a ser realmente pesado con sus bromas, pero es que prácticamente lo vió nacer y es su segundo padre (más o menos lo que aquí llamamos padrino).

Pero te explicaba que la gran ilusión de Taisen era dedicarse a cosas sencillas: Vivir cerca de la naturaleza, leer, escuchar música, tener un jardín (en realidad quiere decir huerto), aprender un instrumento y hacer pequeñas esculturas (mayoritariamente abstractas) de madera.

La vida, a veces, es muy cruel y estropeó las ilusiones de nuestro amigo, aquejándolo de una artrosis progresiva que le afecta prácticamente a todas las extremidades. Empezó con la medicina convencional, que no sé por qué narices la llaman occidental. Al fin y al cabo occidente es «una cosa» que siempre está al oeste de donde estás y dependiendo de donde estés, el occidente está a tu izquierda, cuando miras al norte. 
Cansado de antiinflamatorios, calmantes y empastillados varios, probó la otra medicina. Esa que no sé por  qué narices, llaman oriental. Al fin y al cabo, oriente siempre está a tu derecha cuando miras al norte. —  ¡Qué burros, somos a veces!—  Y para más colmo esa medicina que no es otra que la medicina tradicional china, para un japonés, no es oriental, sino occidental. En fin... tendrías que escuchar las disertaciones 😞 de Okanu al respecto.
Acupuntura, aromaterapia, piedras calientes, barro volcánico, ventosas, moxibustión... todo un rosario de tratamientos, unos más parafernálicos que otros. 
Un día visitó al padre de uno de sus amigos que ya había alcanzado los 94 años de edad. Un ser humano diminuto, encorvado, con piernas deformadas y unas manos que no puedo calificar de otro modo que de «grotescamente desfiguradas». Aquel señor, con 94 años y aquel cuerpo, trabajaba el huerto y aunque era evidente que debía sufrir incomodidades con aquel cuerpo, solo se medicaba muy ligeramente. 
Taisen, le preguntó como era posible. 
El anciano se le acercó y casi susurrando dijo, — Sonrío, siempre sonrío; todo el día. Cuanto más me duele, más sonrío

Otro día hablaremos de la sonrisa. Prometido.



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