El agua de los ríos Yüan y Hisiang fluye día y noche, sin descanso, hacia el oriente y, ni por un instante, se detiene a consolar mi corazón quejumbroso. (San-t'i-shih -1250)
Mi corazón se alboroza cuando me recreo en la montaña, junto a las aguas del río, y al admirar los peces y las aves (Ci K'ang)  
Y es que no hay nada que alegre y consuele tanto el corazón como un paseo errante por prados solitarios y manantiales. (Kenko)

Esta nota, con dos citas y una reflexión final, se encontró, como muchas otras, en la cabaña que Yoshida Kenko (1283 - ?) habitaba en los bosques, después de abandonar su posición social, como hombre importante y poderoso dentro del Palacio Imperial. Afirman las fuentes que su decisión fue súbita y causante de gran sorpresa. Nunca se supo que fue lo que motivó ese cambio de vida. Dedicó el resto a esa extraña forma de recopilación de ideas que, según dejó escrito, aparecían como hojas caídas de los árboles en otoño. De una aparente simplicidad que confunde, sus escritos acabaron teniendo un peso en el pensamiento de la cultura japonesa y su influencia aún sigue vigente. En Japón se suele decir que las notas de Kenko no deben leerse en voz alta; solo mentalmente y nunca más de dos el mismo día.
Y eso hago, muy a menudo. Para mí, son meditaciones que invitan a profundizar.
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